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Una corona de coral

Permanecí impávido ante tu belleza,
contemplando la inmensidad del cielo sobre mi ser,
iluminado por sus millones de luces itinerantes
solo te espero a ti mujer bonita.

Que aparezcas rompiendo la negra bruma,
que destelles con tu sonrisa morena,
y que descubras el espacio vacío que guardo para ti, en mi corazón.

Un día llegaras como perseida,
yo impávido te esperaré en el muelle de la soledad
para tomarte en mis brazos cuando desciendas del cielo,
en la carroza de una estrella fugaz.

Llegarás a mi puerto tarde o temprano,
rebautizarás el muelle donde me encuentres,
le pondrás como escudo tu sonrisa y como pabellón tu negra mirada,
florecerán las flores en la cercanía de la playa,
y las estrellas encenderán de alegría ese camino al que llamamos destino.

El destino seguirá su camino, arrullándonos en las olas de la mar,
cantándonos con el melodioso timbre de las Nereidas,
que rodearán nuestra barca, y te obsequiarán un corona de coral para que seas mi princesa,
desde el día que decidas que te debes quedar.

Yo perpetuamente navegaré ilusionado con el perfume de tus hermosos cabellos,
descubriré en mi timonel, en medio de la tormenta que calmarás el oleaje del sombrío abismo,
me regocijaré en la inteligencia de tus palabras,
terminaré mis días enseñoreado de tu alma noble,
de tus manos frágiles, de tu voz dulce y de lo cálido de tu corazón.

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