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La tristeza me agobia

Hace unos días tome mis maletas, las llené de mis sueños y metas incompletas, buscando el canino lo encontre solo, las llantas rodaban y encontraba nuevos amigos, algunos hablaban completo otros a medias, la gente preguntaba como era mi tierra, de altas cumbres, profundos lagos, exóticas aves con la observación de los extraños todas ellas teñidas de sangre, la tristeza me agobia, la rabia me corrompe, la nostalgia me invita a volver presuroso.

Todo el día te pienso y me siento en el cielo, con verdes praderas y montes enormes, con las sonrisas de los niños mezcladas en un collage de mocos, sus campos de juego son el frente de batalla de la estupidez y la avaricia.

La tristeza me agobia porque te extraño, porque los niños juegan a esquivar las balas, pintan rosas en las paredes con la viva sangre del vecino caído por no ceder al irracional reclamo, forjan cruces con la ardiente impotencia que se aviva día a día, construyen puentes de papel que se incendia con la chispa de la bala.

Te recuerdo cuando en el bus viejo de asientos móviles con los baches de la calle encontré a un viejito con barriga prominente y su nieto que veía con deseo los zapatos nuevos desde la ventanilla, veía su anhelo de cambiarlos por las pajillas que sostenían sus agujetas, ese día nacío mi conciencia, no como la de la Rigo, me di cuenta que la vida no es justa, que los hombres son avaros y que yo tenía la dicha de conocer la esperanza.

La rabia también me acompaña cuando veo que hoy las cosas no han cambiado.

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