Brillaba la tristeza en sus ojos, acompañada de la lejanía de los días en los que fue felíz, sus ropas coloridas centenaria en historia solo cubría su desgastada piel que bajo el sol radiante quemaba sus venas y su árida armadura, a veces no entendía lo mezquino de otros distintos que se burlaban o le ignoraban tan facil como cuando sopla el viento.
Caldera ardiente es su corzón que ha sufrido cada día desde su ñiñez, crecío y sufrío, los golpes de un padre, era un animal, sufrío el desengaño de lo que creyó amor, como bestia maltratada aguantó sola el dolor de la niñez que desgraciadamente acompañó de preñes, aún mas sufrimiento para verlos crecer, sin rumbo, sin esperanza, sin un futuro felíz, felíz solo un día que conocío el amor, el amor de una tierra de suave voz, con arboles parlanchines y brisa tersa que acariciaba sus cabellos rumbo al amanecer, fue felíz al escuchar la partitura grillesca de divino son que le consolban cada noche al lado del catre donde se le humillo y arrebató su felicidad.
De niña jugaba a vivir la esclavitud, no conocío los colores de los libros ni la tranquilidad de la inocencia que le hizo victima de la desdicha y amiga de la soledad, bebío sus lágrimas en cualquier rincón, respiraba profundo para no gritar, sus entrañas sentían explotar, no bastaron los golpes, no basto el dolor, las repugnantes caricias se clavavan cada día como un filoso puñal, le hirieron de muerte; la muerte no ha querido venirle a buscar.
Su mundo extraño lleno de luz extinta se achica cada día más, las mazorcas y campos verdes con tensa neblina ya no entran por sus ojos, la luz se niega a visitarla, el aire pálido, débil, y lleno de oxigeno no es suficiente para su alma, solo ve el techo, fresco de ollin, solo siente el catre viejo bajo su piel árida por el pasar del tiempo, su piel con cicatrices de puñaladas invisibles que le hicieron agonizar; su vida se escapa por los poros y se llevan así parte de su conciencia, dirá adiós no muy tarde y nadie la escuchará, dirá adios y por fin el réquiem de los grillos le acompañará.
Caldera ardiente es su corzón que ha sufrido cada día desde su ñiñez, crecío y sufrío, los golpes de un padre, era un animal, sufrío el desengaño de lo que creyó amor, como bestia maltratada aguantó sola el dolor de la niñez que desgraciadamente acompañó de preñes, aún mas sufrimiento para verlos crecer, sin rumbo, sin esperanza, sin un futuro felíz, felíz solo un día que conocío el amor, el amor de una tierra de suave voz, con arboles parlanchines y brisa tersa que acariciaba sus cabellos rumbo al amanecer, fue felíz al escuchar la partitura grillesca de divino son que le consolban cada noche al lado del catre donde se le humillo y arrebató su felicidad.
De niña jugaba a vivir la esclavitud, no conocío los colores de los libros ni la tranquilidad de la inocencia que le hizo victima de la desdicha y amiga de la soledad, bebío sus lágrimas en cualquier rincón, respiraba profundo para no gritar, sus entrañas sentían explotar, no bastaron los golpes, no basto el dolor, las repugnantes caricias se clavavan cada día como un filoso puñal, le hirieron de muerte; la muerte no ha querido venirle a buscar.
Su mundo extraño lleno de luz extinta se achica cada día más, las mazorcas y campos verdes con tensa neblina ya no entran por sus ojos, la luz se niega a visitarla, el aire pálido, débil, y lleno de oxigeno no es suficiente para su alma, solo ve el techo, fresco de ollin, solo siente el catre viejo bajo su piel árida por el pasar del tiempo, su piel con cicatrices de puñaladas invisibles que le hicieron agonizar; su vida se escapa por los poros y se llevan así parte de su conciencia, dirá adiós no muy tarde y nadie la escuchará, dirá adios y por fin el réquiem de los grillos le acompañará.
Espero que la protagonista de esta historia haya encontrado por fin un poco de paz y dulzura.
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